Astronómia China
La antigua astronomía estelar china difiere mucho de la babilónica y de la occidental.
Los chinos consideraban al universo como una naranja que colgaba de la estrella polar. El ecuador celeste se dividía en 28 "casas" y el número de constelaciones ascendía a 284.
Usaban las estrellas circumpolares (es decir, las estrellas que, vistas desde un lugar en concreto de la Tierra, nunca se ponen por el horizonte en ningún momento del año) como punto de referencia en el cielo.
Para medir el tiempo dividían el cielo en 12 ramas y 10 tallos a lo largo de la elíptica creando un ciclo de 60 años. Para marcar el paso del tiempo y de las estaciones usaban la orientación de la constelación de El Carro en relación a la estrella polar al anochecer.
Lo mejor de esta civilización es que, desde muy temprano, fueron exactos a la hora de registrar fenómenos astronómicos tales como cometas, manchas solares, novas y llamaradas solares, comenzando mucho antes que cualquier otra cultura. Es más, intentaron catalogar todas las estrellas observables, definiendo sus constelaciones por una estrella principal, a la que llamaban rey, y rodeándola con el resto de estrellas, los príncipes. Crearon instrumentos de medición muy precisos.
Surgieron nuevas concepciones del Universo: la teoría del hun t'ien (cielo envolvente), según la cual: "... el cielo es como un huevo de gallina, tan redondo como una bala de ballesta; la Tierra es como la yema del huevo, se encuentra sola en el centro. El cielo es grande y la Tierra pequeña."
Posteriormente, las teorías cosmogónicas en China girarán alrededor de la idea de que el Universo estaba formado por dos sustancias: el yang y el yin, asociadas al movimiento y al reposo, respectivamente.
El yang y el yin se encontraban mezclados antes de que se formara el mundo, pero fueron separados por la rotación del Universo. El yang formó el cielo, mientras que el yin, la Tierra; los elementos como los seres vivos y los planetas, guardaron proporciones variables de yang y yin.
La triste historia de Hsi y Ho. (real)
El 22 de octubre, en el año 2.136 a.C., un dragón hambriento intentó devorar el Sol. El emperador de China y su gente estaban aterrorizados. Primero desapareció una pequeña parte del disco solar, luego una cuarta, después la mitad, y finalmente todo el sol. Y no quedó nada, excepto un círculo de luz blanca alrededor del espacio negro en el que el Sol había estado antes.
Aterrorizados, pero llenos de recursos, los chinos supieron que hacer. Corrieron bajo el extraño crepúsculo, gritando y desafiando al dragón, golpeando a los gongs y tocando los tambores hastsa que el dragón se movió. El Sol se había salvado, pero el Emperador, más enfadado que asustado, ordenó que los astrónomos de la corte, Hsi y Ho, debían ser decapitados por haber fracasado y no haberle avisado de la inminente llegada de la criatura.
En aquel momento, lo que se vio en China fue un eclipse anular (y el primer eclipse del que se tiene constancia), pero Hsi y Ho, como astrónomos experimentados, debían haber sabido predecir su llegada. O por lo menos así lo consideró el emperador…